Tecnología

Viajeros espaciales del futuro deberán hacer ejercicio muy intenso

Desde hace ya unos años, la NASA y la ESA tienen puestos los ojos en dos ambiciosos objetivos: volver a la Luna y establecer una lanzadera o estación orbital, y viajar a Marte, dos retos que obligarán a los humanos (astronautas o turistas) a pasar largas temporadas en el espacio.

Por eso, conocer los efectos de la ingravidez sobre el organismo tiene una importancia crítica. Y es que, en la Tierra, el esfuerzo del corazón por mantener el flujo sanguíneo y bombear la sangre a todo el organismo, le ayuda a mantener el tamaño y el funcionamiento, pero, en el espacio, donde no hay gravedad, el corazón se encoge.

Durante uno de esos estudios, la NASA mantuvo al astronauta Scott Kelly durante un año entero en la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés).

Una investigación publicada en Circulation (la revista de la Asociación Americana de Cardiología) comparó la prueba de resistencia de Kelly con la hazaña de Benoît Lecomte, un nadador de élite que en 2018 cruzó el océano Pacífico a nado para investigar el impacto de la ingravidez a largo plazo en el corazón.

La inmersión en el agua es un excelente modelo de ingravidez, ya que el agua compensa los efectos de la gravedad, especialmente en un nadador en posición prona, una técnica de natación específica utilizada por los nadadores de resistencia de larga distancia.

En su estancia en la ISS, Kelly hizo ejercicio seis días a la semana, de una a dos horas al día, durante sus 340 días en el espacio, del 27 de marzo de 2015 al 1 de marzo de 2016, y utilizó una bicicleta estática, una cinta de correr e hizo ejercicios de resistencia.